La masculinidad frágil de algunos directores y actores llevó a Sigourney Weaver a perder muchos papeles.
La propia actriz lo resumió con una frase que duele por su honestidad: “Casi nadie quería contratar a una mujer de seis pies.” Durante años, la estatura de Sigourney Weaver —1,83 metros— fue vista en Hollywood como un inconveniente, un rasgo “demasiado dominante” para encajar en los estándares de una industria obsesionada con que la protagonista nunca superara en altura al héroe masculino. Weaver ha explicado que más de un actor y más de un productor se sintieron incómodos al compartir plano con una mujer que literalmente los sobrepasaba, y que perdió papeles simplemente porque “ella parecía demasiado grande y ellos demasiado pequeños”.
En entrevistas ha contado que, antes incluso de interpretar una frase en los castings, ya notaba miradas de duda o incomodidad. “Durante mucho tiempo sentí que me veían demasiado grande para ciertos roles”, confesó, recordando que su altura se convirtió en un filtro injusto que limitaba su acceso a proyectos dramáticos y románticos. Paradójicamente, esa misma característica que muchos rechazaron acabó siendo su sello: su presencia física dio a Ellen Ripley —en Alien— una fuerza y autoridad que redefinió el cine de acción. Con los años, Weaver convirtió lo que Hollywood consideraba un defecto en una bandera, transformando la discriminación en una ventaja y defendiendo la importancia de abrazar las diferencias físicas que nos hacen únicos.
Su trayectoria demuestra que, al final, la estatura que tantos intentaron usar en su contra fue precisamente lo que la elevó al estatus de icono.
