A sus 19 años, Javier llevaba meses sintiéndose extraño: dolor abdominal, náuseas, fatiga. Al principio pensó que era gastritis, luego ansiedad. Pero un día se desmayó en plena clase. En urgencias, tras una serie de estudios, el médico le mostró una imagen en la pantalla:
—Eso que ves ahí… es un teratoma.
—¿Un qué?
El médico respiró hondo:
—Es un tumor. No es maligno, pero es muy complejo. Puede tener cabello, dientes, cartílago… incluso tejidos de varios órganos. Es como si una parte de tu cuerpo hubiera querido formar otra vida, dentro de ti.
Javier no podía creerlo. En su abdomen crecía una masa del tamaño de una pelota de tenis… con elementos que no deberían estar allí.
La cirugía fue urgente. Cuando los cirujanos lo extrajeron, confirmaron lo increíble: el teratoma contenía cabello, uñas, grasa… e incluso un pequeño diente. Era como un recordatorio biológico de lo misterioso y caótico que puede ser el desarrollo humano.
La recuperación fue lenta pero favorable. El tumor no era maligno, pero si no se lo hubieran detectado a tiempo, habría comprometido órganos vitales.
Hoy, Javier cuenta su historia con una mezcla de asombro y gratitud.
—Nunca imaginé que un tumor pudiera parecerse a algo vivo. Pero aprendí que escuchar al cuerpo a tiempo puede salvarte la vida.
Y deja una lección que nunca olvida:
“Si algo en tu cuerpo te parece raro, no lo ignores. A veces, lo más extraño… es lo más urgente.”